Pequeño texto inédito de Foucault, Traducido por Luis Antonio Ramirez Zuluaga, para leer en clase y es como una breve genealogía de la prisión y la delincuencia.
Michel Foucault
(Extracto de una conferencia dada el 29 de marzo de 1976 en la Universidad de Montreal, en el marco de la Semana del prisionero y acerca del tema de las alternativas a la prisión. Este extracto apareció en la revista photo, nº 24-25, verano-otoño de 1976, p.94)
El recurso al miedo relanzado incesantemente por la literatura policíaca, los periódicos, y por las películas de hoy en día, el recurso al miedo hacia el delincuente; toda la formidable mitología aparentemente glorificante, pero que de hecho asusta, esta enorme mitología que se ha construido en torno al personaje del delincuente, en torno al gran criminal, de algún modo ha vuelto natural, ha naturalizado la presencia de la policía al interior de la población. La policía de la cual no hay que olvidar que es una invención no muy lejana, de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. En fin, este grupo de delincuentes constituido y profesionalizado de un modo particular, es utilizable por el poder, es utilizable para muchos fines, es utilizable para las tareas de vigilancia. Es entre estos delincuentes que se va a reclutar los informantes, los espías, etc. Es utilizable también para un gran número de ilegalismos que la clase en el poder aprovecha; los tráficos ilegales que la burguesía no quiere hacer ella misma, pues bien, ella los mandará a hacer, de manera muy natural, a sus delincuentes. Entonces, ustedes ven que en efecto, muchos provechos económicos, muchos provechos políticos, y sobre todo la canalización y la codificación rigurosa de la delincuencia han encontrado su instrumento en la constitución de una delincuencia profesional. Se trataba entonces de reclutar delincuentes, se trataba de pescar personas que tuvieran la profesión y el estatus de delincuentes; ¿y cuál era el medio para reclutar los delincuentes, para conservarlos en la delincuencia y para continuar vigilándolos indefinidamente en su actividad de delincuentes? Pues bien, este instrumento es, por supuesto, la prisión.
La prisión ha sido una fábrica de delincuentes; la fabricación de la delincuencia mediante la prisión no ha sido un fracaso de la prisión, es su logro, puesto que ella ha sido hecha para eso. La prisión permite la reincidencia, asegura la constitución de un grupo de delincuentes bien profesionalizado y bien cerrado sobre sí mismo. Y esto se ha logrado gracias al juego del registro de antecedentes penales, a las medidas de vigilancia, a la presencia de informantes entre los mismos delincuentes, al conocimiento detallado que la prisión permite de este medio. Pueden ver que esta institución de la prisión permite guardar el control de los ilegalismos; excluyendo por estos efectos cualquier reinserción social, ella asegura que los delincuentes sigan siendo delincuentes y que, de otro lado, en tanto delincuentes, ellos puedan permanecer bajo el control de la policía, y si se quiere, a su disposición.
La prisión no es pues el instrumento que el derecho penal se ha dado para luchar contra los ilegalismos; la prisión ha sido un instrumento para reacondicionar el campo de los ilegalismos; para redistribuir la economía de los ilegalismos, para producir cierta forma de ilegalismo profesional, la delincuencia, que de un lado iba a sopesar los ilegalismos populares y reducirlos, y de otro, iba a servir de instrumento del ilegalismo de la clase en el poder frente al obrero cuya “moralidad” era completamente indispensable, desde el momento en que se tenía una economía de tipo industrial.